La actualidad de un cuento de Bosch


”Todos los que habían cruzado la puerta antes que yo habían entregados sus cabezas, y yo las veía colocadas en una larga hilera de vitrinas adosadas a la pared de enfrente.” Así iniciaba Juan Bosch uno de sus cuentos más emblemáticos: La Mancha Indeleble.

En él, Bosch cuenta la historia de una persona que se disponía a inscribirse en un partido político cuya condición fundamental para su ingreso era que debía entregar su cabeza y ponerla en una vitrina.

Como miembro del partido no necesitaba pensar ni opinar, porque quien dirigía esa organización política pensaría y opinaría por él, y esa era la razón por la que debía entregar su cabeza al momento de ingresar al partido, es decir, debía despojarse de su libertad de pensamiento.

A pesar de ser una obra de ficción, su mensaje no está muy lejos de la realidad, ya que en la República Dominicana aún subsisten instituciones públicas, y privadas en menor medida, donde se tiene prohibido pensar u opinar, y aquel que ose hacerlo, le espera el “destierro” y la “excomunión”, como dice la canción de Serrat.

Conozco el caso de una institución pública donde tener cabeza propia es una afrenta inaceptable, porque tenerla implica la posibilidad de pensar y de opinar distinto de quien dirige esta institución, y eso no se puede tolerar.

En su arrogancia, la persona que dirige esta institución pública ha llegado a creer que la heredó de sus antepasados, por lo que se da el lujo de violarles todos los derechos a los miembros de ésta, sabedora de que no habrá consecuencia alguna.

Es más, a tanto llega su atrevimiento, que no solo ha anulado el ejercicio libre del pensamiento, sino que ha modificado antojadizamente la estructura interna de dicha institución, sin reparar en leyes, consejos u opiniones.

Para satisfacer su ego, ha intentado encajonar todas las conductas humanas en una serie de pautas y normas, porque, según su criterio, todo debe estar “fríamente calculado”, como graciosamente decía el inolvidable Chapulín.

En su afán por controlarlo todo, ha hecho de esa institución un verdadero observatorio. Es necesario, por ejemplo, saber si la señora que hace el café lo ha preparado a tiempo y hasta cuantas veces por segundo respira.

Como todo debe estar fríamente calculado, ha diseñado pautas y normas de cumplimiento obligatorio para todos los miembros de esa institución, o para casi todos.

Por ejemplo, hay pautas y normas de cómo y cuándo reír, de cómo y cuándo comer, de cómo y cuándo orinar, de cómo y cuándo…de eso también, porque no se puede dejar nada al azar. El azar como categoría histórica no tiene razón de ser, según el genio creador de su mente.

Lo que no ha tomado en cuenta esta ilustre ciudadana es que toda obra humana está condicionada por su temporalidad: todo lo que se inicia necesariamente debe terminar, y el que cree en un momento determinado que su poder lo puede llevar a tocar las estrellas, el día menos pensado se da cuenta que no puede sostenerse ni con sus pies.

Lo que estoy diciendo no es una broma, es la pura realidad. No digo el nombre de esa funcionaria pública porque tiene buena prensa, y como sé que algunos jueces se han vuelto locos y quieren, aparentemente, limitar el ejercicio de opinión prefiero actuar con prudencia.

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