El proceso penal dominicano: entre la realidad y la ficción. El Juez (3).

 

No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido (Mateo, Capítulo 7, versículos 1 y 2). Desde mi punto es de vista es el juzgador quien tiene el rol más difícil dentro del proceso penal, pues si bien, el imputado sobre el cual puede recaer la pena sufre una gran afectación de sus derechos fundamentales, mientras que el ministerio público tiene la carga de la prueba, el juzgador debe decidir entre la posición del abogado de la defensa y la posición del ministerio público. 

Juzgar ha sido una de las decisiones más complicadas en cualquier época de la humanidad. El hecho de tomar decisiones que sean injusta puede generar en el ser humano sentimientos de culpa que actúan como castigo moral que afectaría la vida de la persona. 

Alguien tiene que tomar la decisión sobre unos hechos que tienen relevancia penal, por ello la posición anterior se sustenta en el hecho de que el juzgador debe ser justo, más que conocedor de la norma. Pero eso es una  de las tantas ficciones que existen en el proceso penal respecto al rol del juzgador, pues al momento de tomar la decisiones está influido por muchos elementos que alejan el tema de la justicia, dado que el juez es un ser humano, las creencias, prejuicios, influencias culturales, posición política o social e incluso a la escuela del derecho en la que se inscriba el juzgado, determinan la mayoría de las veces la decisión que toma el juez.

El juez no debe tener conocimiento de los hechos hasta el desahogo de las pruebas en juicio. En este punto es una ficción que se evidencia en la mayoría de los casos que tiene trascendencia mediática, con la expansión descomunal que tiene la comunicación, es prácticamente imposible que el juez no tenga conocimiento previo de los hechos. Cuando son casos que no han trascendido a los medios de comunicación, el conocimiento se produce por distintas vías e incluso por contacto directo del juzgador con los documentos de los casos antes de juzgar. 

El juez es un ciudadano más, escucha noticias y se entera de lo que sucede en su entorno; la curiosidad es parte del ser humano, por tanto, ante una hecho en el cual va a decidir en la mayoría de los casos se entera antes. Siempre hay excepciones, pero la mayoría de los casos siempre hay información que se maneja previamente.

Una de las garantías que pretende resguardar el no contacto con los hechos antes del desahogo de pruebas, es la imparcialidad. Ésta surge como protección en favor de las partes, no debe existir interés, ni inclinación hacia ninguna de las partes, sin embargo, en materia penal existe una inclinación casi natural del juzgador en identificarse con las víctimas. Desde esa perspectiva no es de extrañar que tendemos a inclinarnos hacía quien ha sufrido el daño, dado que existe una tendencia a vernos siempre como víctimas, nunca como imputados. En cualquier ciudadano es aceptable esa inclinación, en un Juez es un pecado que atenta contra el equilibrio que necesita el proceso penal.

La sentencia es el fruto de la valoración de las pruebas y los hechos. Es evidente que los puntos anteriores inciden para que la sentencia que emane del juicio no sea una manifestación de la valoración armónica de las pruebas y los hechos, en ese sentido desde el momento que el juicio está influido por creencias y prejuicios, el resultado estará afectado de los mismos sin lugar a dudas. El término de modo para considerar una ficción la justeza de la sentencia, es el populismo penal. En éste se conjugan todos los elementos para concluir que la sentencia penal, no es fruto de la valoración, ni de la imparcialidad del juez. 

Estoy conteste de que existen jueces-muy pocos-que deciden en base a las pruebas y los hechos, pero en materia penal, quienes han osado ser “garantista” han tenido que salir o lo han sacado del área penal, pues es preferible un mal juez que condena, a un buen juez que decida en base a pruebas. La ficción es creer que las garantías se cumplen en favor de las partes.

Culminamos con una frase que pude leer hace muchos años por el extinto Adriano Miguel Tejada: “el juez que ose fallar por la presión mediática o social, no merece ser juez”.

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