El poder, como el amor, se ejerce y se padece

«Pero el poder —como el amor— es de doble filo: se ejerce y se padece», (García Marquez, 1996). El Gabo escribía a través de la experiencia, no pensó que tantas personas iban a vivir cada cierto tiempo esa frase lapidaria.  Cada cuatro años en la democracia dominicana y en muchos países de América Latina cobra fuerza dicha frase empleada por Gabriel García Márquez en su famosa novela “Noticia de un Secuestro”. 

Culturalmente en nuestra América Latina, los mismos que ejercen el poder empiezan a padecerlo una vez dejan su ejercicio. Sin embargo, lo más impactante es que no sabemos cuándo es más cortante el filo del poder, si cuando se ejerce o cuando se padece. En la propia novela el Gabo relata episodio de quien ejercía la Presidencia de la República de Colombia en ese momento y resultaba brutal la forma en que le afectaba el ejercicio del poder al presidente de la República, enfrentando las demandas de los familiares de los secuestrados y la política criminal del Estado por otro lado.

De igual forma, parte de los secuestrados o sus familiares habían ejercido el poder político en algún momento, ahora sufría los embates que otorga el padecerlo, sin dejar de pensar que también cuando lo ejercían sufrieron de alguna manera la tortura de tomar decisiones que laceraban algunas creencias personales.

En la política vernácula el ejercicio del poder ha sido despiadado por quienes tienen el control de los estamentos del Estado. Los políticos dominicanos no escatiman esfuerzo para tomar decisiones que vaya en perjuicio de sus adversarios políticos, la población que no sufragó por ellos e incluso afectando con sus decisiones a toda la sociedad, claro está, siempre que las decisiones vayan en beneficios de sus propios intereses o sus allegados.

Ese ejercicio despiadado los lleva a sufrir los peores rigores del poder una vez dejan de ser ellos quienes tienen el control de los organismos del Estado. Ha sido así desde el mismo nacimiento de la República hasta nuestros días. Desde el exilio obligatorio impuesto al gestor de la Independencia Nacional Juan Pablo Duarte, hasta el fusilamiento de Francisco del Rosario Sánchez y demás patriotas.  

Lo propio hicieron Buenaventura Báez, Ulises Heareux, Trujillo, Balaguer, Leonel Fernández y Danilo Medina. Estos dos últimos son dignos de estudio para su comprensión. Pues el ex presidente Fernández en un momento de su carrera política no ahorró esfuerzo para avasallar a quien fuera su primer ministro. En su ejercicio del poder entendió que en la política “el fin justifica los medios”. Así lo hizo prevalecer durante el ejercicio del poder. En ese momento es que el Amor y el Odio mantienen ribetes tan cercanos que parecen indisolubles. 

No tardó mucho, para que el ex ministro del gobierno de Fernández dejara de sufrir los embates del poder, para pasar al ejercicio del mismo, y no dudó en ejercer como manda el librito, avasallando al oponente hasta lograr desarticularlo. Fueron días oscuros para un expresidente que culminó su ejercicio del poder con una gran popularidad, si medimos el desgaste natural que puede generar el ejercicio de la presidencia por doce años en un lapsus de dieciséis. 

Finalizando el año 2021 le ha tocado al ex presidente saliente padecer el poder que ejerció durante los últimos ocho años. La diferencia es que quien ejerce el poder en estos momentos no puede ser considerado un enemigo acérrimo de Danilo Medina, sin embargo, parece ser que existe un ejercicio parcial del poder por algunos enemigos del gobernante saliente, que puede estar afectando a los funcionarios de su gobierno, sin descartar que pueda alcanzarlo a él mismo.

Aquí toma fuerza la frase con que inicia este artículo, que el poder es de doble filo, tanto se ejerce, cómo se padece. ¿Están los funcionarios del gobierno anterior padeciendo? No caben dudas de que al menos algunos ya están padeciendo los rigores del poder.

De seguir el camino que llevamos, no habrá forma de ejercer el poder, sin padecerlo.

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