Hiperinflación legislativa: síntoma de debilidad jurídica.



Una gran cantidad de leyes, es la excusa perfecta para dejar de cumplir con todas. Si queremos ser más efectivos en el cumplimiento de la ley, debe haber menos y más cumplimiento. La historia así lo confirma, el corpus iuris civilis de Justiniano, fue una compilación legal que pretendía abarcar todas las formas conflictivas de la vida, eso es imposible con pocas o muchas leyes, por tanto plantear principios generales es mucho más efectivo que pretender reglamentar todas las acciones humanas posibles.
De ahí que el corpus juris civiles pudo resolver con ciertos principios, las dificultades generadas en la sociedad romana de la época. Otro ejemplo de reglas generales son los códigos napoleónicos, los cuales formaron un cuerpo normativo general que aún hoy en día sirven para resolver los conflictos de una sociedad que tiene más de 200 años después de esos códigos. Lo cierto es que decía un amigo eminente abogado de la ciudad de la Vega, que si por algo es recordado el imperio romano y el napoleónico, se debe al cuerpo normativo que legaron a la humanidad. Trazaron las reglas generales para que puedan aplicarse a un número de conflictos humanos indefinidos.  
El principio de que nadie puede beneficiarse de su propia falta, es un principio general que puede aplicarse en una cantidad de actividades humanas inimaginables. Con solo tomar éste principio al momento de juzgar ciertas conductas delictivas, muchas leyes que hoy buscan frenar actividades ilícitas no fuesen necesarias. De igual forma el famoso principio de que “toda aquel por cuya causa se haya producido un daño, está en la obligación de repararlo”, bajo ese principio se ha construido todo el andamiaje jurídico de la responsabilidad civil. Por tanto, con solo  los dos principios anteriores, reduciremos drásticamente la cantidad de leyes, mejorando la calidad del ordenamiento jurídico.  
Es que independientemente de la gran cantidad de leyes que tiene el ordenamiento jurídico dominicano, existe un incumplimiento olímpico de las mismas, por un lado los que la promulgaron, no la cumplen o no la hacen cumplir y por otro lado, los destinatarios no las cumplen por desconocimiento o porque quienes están llamados hacerla cumplir, tampoco la cumplen. Esa excesiva cantidad de normas, solo se convierte en un enredo jurídico que vale como excusa perfecta para evadir responsabilidades.  
De ahí que la inflación legislativa, más que una cura para la enfermedad, es la propia enfermedad. Imaginen que a partir del año dos mil, en la República Dominicana se han promulgado más leyes en veinte años, que las promulgadas en los ochenta años anteriores, con la diferencia que cuando eran menos, se cumplían más. Un lema minimalista para el derecho, menos es más. Si tomamos en cuenta ese fenómeno, dejaríamos de seguir promulgando leyes, para centrarnos en hacer cumplir las existentes.
El ordenamiento jurídico dominicano, no le faltan más leyes, tenemos regulado desde leer la biblia en las escuelas, celebrar el día del merengue, hasta la forma en la que debe conducirse cada función pública en el ejercicio de sus funciones, pero cada ciudadano interpreta, conoce o aplica las normas como le parezca.  


Si la salud de un país se mide por cantidad de enfermos, a mayor cantidad de enfermedad, menos saludable es el país, así mismo la salud jurídica de una sociedad se mide por la cantidad de leyes, a mayor cantidad de leyes, más enferma es la sociedad. En frase de René Descartes “La multitud de leyes frecuentemente presta excusas a los vicios”.  


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