Un hasta luego para Maradona


Corría el año de 1986 y la ciudad de México se preparaba para recibir a los mejores jugadores de futbol del mundo. Era el año del mundial, así de simple.

En ese certamen futbolístico se darían cita jugadores de la talla del astro francés Michel Platini, recibido en México como un rey por ser la principal figura del futbol mundial en ese momento.

Para ese entonces, no lo niego, era un fanático de Platini, figura estelar de la selección francesa y del equipo Juventus en la liga italiana de futbol, fundamentalmente por la precisión de sus disparos al arco, por la elegancia de su juego, y, sin lugar a dudas, por su insuperable visión estratégica y el dominio del juego en el medio campo.

Pero la verdad, la única verdad, es que ese mundial de México 86 fue la antesala para el nacimiento de una leyenda, la de un diminuto jugador argentino que demostró al mundo que con un balón y un mágico pie izquierdo se podía hacer una hermosa obra de arte.

Maradona, jugador del emblemático Boca Juniors en Argentina y del Napolis en la liga italiana de futbol, nos enseñó a todos los latinos su estatura de jugador leyenda.

Recuerdo muy bien que en ese tiempo el futbol no tenía muchos seguidores en la República Dominicana, y era comprensible. Solo en algunos lugares se practicaba ese deporte, y Cristo Rey, sector donde me formé, era uno de ellos.

Para esa época, los jóvenes de Cristo Rey estábamos siempre al día con las informaciones sobre el mundo del futbol, especialmente para los que nos pasábamos el día en el vivero, que era como le llamábamos al campo de futbol de la avenida 41.

Por eso he lamentado tanto la muerte de Dieguito, un jugador leyenda que tantos recuerdos trae a mi memoria, y que lamentablemente tuvo una vida marcada por los escándalos y los excesos por el uso de drogas, lo que al final terminó pasándole factura, porque era humano, quizás, demasiado humano.

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