Suicidio: honor o dignidad
|He escrito sobre el suicidio en algunas ocasiones, en uno de los escritos me referí al joven de 26 años -Mohamed Bouazizi-, el cual con su muerte al parecer genero lo que en el medio oriente se denominó la Primavera Árabe. En ese momento sostuve que el suicidio podría ser considerado un acto de valentía y libertad expresada en la elevada idea de la autodeterminación personal.
Dado que el ser humano que decide terminar anticipadamente con su vida ejerce una prerrogativa personal, que en nada afecta los derechos de los terceros. En ese mismo orden recientemente la señora Martha Sepúlveda fue autorizada por un tribunal a un procedimiento de muerte sin dolor denominado Eutanasia, el tribunal estableció “que la paciente cumple con los requisitos para ejercer su derecho a morir dignamente a través de la eutanasia, recalcó el juez (https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-59072795)”.
Aunque existe una gran diferencia entre la muerte eutanásica y el suicidio violento, ambas muertes son el producto de la libertad libérrima de la víctima, por tanto, una expresión extrema de libertad, la cual no perjudica a terceras personas en sus derechos, independientemente de las secuelas emocionales de los familiares y amigos, pero sobre lo que el derecho penal no puede incursionar, es probable que si los Estados permitieran la eutanasia, el número de suicidio violentos descendiera, pero es un tema muy sensible desde el punto de vista religioso y preferimos no hablar de ello.
Si observamos el comportamiento de las personas que optan por terminar su vida con el suicidio sea asistido o personalmente, se sustentan el uno de dos conceptos: la vida digna o el honor. Es así que el fundamento de Martha Sepúlveda para recurrir a la eutanasia es su dignidad como persona, y así cada una de las personas que producto de una enfermedad que le impida vivir dignamente pueden acudir a un suicidio asistido. El cual aunque el derecho estatal no lo contempla puede ser autorizado por un juez como ha sucedido en Colombia.
Ahora bien, el suicidio violento, es el más cuestionado, pues aunque en ocasiones puede estar sustentado en la vida digna-quizás es el caso del lamentable fallecimiento del dirigente político dominicano Reynaldo Pared-en una gran mayoría se refiere a emociones relacionadas con la honorabilidad. En estos casos los suicidios de políticos son lo más frecuentes-Hitler, Mussolini, Salvador Allende, Alan García, Antonio Guzmán y otros- han preferido acabar con su vida, antes que sus enemigos políticos los deshonren.
Lo que podemos preguntarnos es ¿Realmente es un acto de cobardía suicidarse? He sostenido durante mis escritos que no es cobardía acabar con su propia vida sustentado en defender su honor. Es que quien se suicida fundado en defender su honor o dignidad, lo hace mediante un acto de valor que va más allá de nuestro propio entendimiento. Pues habría que penetrar a las profundidades cognoscitivas del suicida para ver todas las alternativas que buscó, hasta llegar a la decisión que la mejor solución era la que tomó.
En ese sentido el suicida, no involucra a otras personas, al menos desde el punto de vista de la acción per se. Implicando ello que decide terminar con un problema que es propio y por tanto debe resolver él, salvo raras excepciones en la que el suicida acaba con la vida de otras personas previamente, el suicidio es siempre la solución que menos afecta a otros desde el punto de vista del suicida.
Estas consideraciones sobre el suicidio, no se relacionan con las concepciones religiosas que sobre este tipo de acto existe en la sociedad. Más bien están relacionadas con ideas filosóficas sobre el honor y la dignidad. Sin embargo, no podemos ignorar que la Cicuta tomada por Sócrates está relacionada con el honor, tanto como la crucifixión de Cristo, pues ambos prefirieron morir antes que sucumbir a sus ideales.
Finalmente, es importante no llegar a los extremos, de manera que independientemente de lo mal o bien que nos podemos sentir con nuestras situaciones emocionales, la eutanasia es un remedio extremo, tanto como lo es el suicidio violento, pero desde el punto de vista constitucional no se puede negar que es un acto de autodeterminación que va más allá de la ideas preconcebidas que tenemos sobre lo bueno o malo de ciertas acciones humanas.