LA MUTACION DE LA RELIGION Y EL CONAVIRUS.
|Ahora que la humanidad está sumergida en una alarma a consecuencia de un virus que ha mutado de forma tal, que la ciencia no tiene respuesta para contrarrestar sus efectos. Sería interesante analizar lo que sucede en nuestro entorno con las personas que profesan una determinada fe religiosa.
La transformación que ha experimentado la religión, puede que tenga cierta similitud con el cambio que ha sufrido el coronavirus, lo que lo ha convertido en más letal para la humanidad.
Dado que la alarma social se produce por un cambio-mutación-en el comportamiento de un virus. También hemos visto como ha mutado los defensores de la fe cristiana, hasta convertirse en algo desconocido-cobrar ofrendas con tarjetas de créditos-tan desconcertante como el coronavirus. Es que la santa inquisición moderna ha cambiado a los herejes para convertirlos en ateos, pero con el mismo fin de la otrora “Santa Inquisición” perseguirlo hasta que confiesen sus pecados para liberarlos del infierno, de lo contrario sufrirán los embates de la intolerancia de aquellos que pretenden ser la encarnación de Cristo en la tierra.
La inquisición moderna utiliza las mismas herramientas que utilizaba en el ancien régimen; la tergiversación de la verdad, que aun siendo conocida por el perseguidor la cambiaba para su beneficio. Tergiversar la verdad es un elemento fundamental para quien busca manipular un grupo o masa humana que carece de análisis racional de las cosas. Decir que alguien “no quiere que se lea la biblia en las escuelas”, es totalmente distinto a decir que “la lectura de la biblia no debe ser obligatoria en las escuelas, porque violentaría la libertad religioso” es tergiversar la verdad, manipular a una sociedad que aún teniendo el libre albedrío para decidir, es temerosa de la ira del más allá en su contra. Esa fuerza “moral” que tienen los religiosos a partir de infundir temor a los creyentes le sirve de base para la manipulación.
El tema es importante en razón de que las manipulaciones son argumentos inmorales al igual que la mentira, y cuando se recurre a esas prácticas sin importar el fin perseguido es tan inmoral como las persecuciones inquisitorias a las “herejías”.
La aniquilación moral que se pretende por disentir de los dogmas religiosos es tan inmoral como el mal que se trata de evitar. Parece que volvemos al ancien régimen, solo que ahora las hogueras, suplicio, el potro, tormento del agua, etc. son sustituidos por el ataque a la moral y la familia de los herejes, pero con la misma finalidad, la destrucción física y moral del “hereje”.
Perseguir o denostar a alguien porque no siga el mismo dogma religioso que el perseguidor, es tan asqueante como las torturas que sufrieron los herejes por revelarse en contra de los dogmas de la época. Los herejes no eran apóstatas, ni blasfemos de la fe cristiana, ellos solo tenían un punto de vista diferente a las “autoridades” religiosas de la época, por pensar distinto fueron perseguidos, torturados y muertos.
Quizás los abanderados de la “Santa Inquisición” de hoy, no lleguen al extremo de torturar físicamente a los que entienden que la libertad religiosa que establece la constitución Dominicana como Estado Laico, solo sobrevive cuando desde el Estado se permite ejercer el libre albedrio de escoger la religión que la consciencia determine. La fe es creer en algo que no se puede palpar desde el punto de vista racional, por lo que es una irracionalidad pretender que todos tengamos las mismas creencias religiosas. De imponer ese criterio estaríamos sepultando los derechos fundamentales inherentes a cada persona.
Ojalá la mutación que ha tenido la religión cristiana, tenga como fin aceptar las divergencias como símbolo de la creencia en un Dios de Amor, dejando atrás el oscurantismo de la época inquisitoria. Lo contrario acabará matando la fe de muchos que entienden que la imposición de una fe, no debe prevalecer sobre otra. Al final se debe procurar que los cambios no sean para acabar con la capacidad de disentir, de ser así no habría diferencia entre mutar para matar el cuerpo espiritual, como ha hecho el coronavirus para matar el cuerpo físico.