Implosión del sistema penitenciario.

 

Es lamentable utilizar una tragedia como la del submarino Titan para tratar un tema distinto a la desgracia que apareja esa situación, pero se trata de un tema jurídico que también es trágico. Hoy sabemos que cuando algo presiona algo tan fuerte desde afuera de tal manera que la presión externa supera la interna se produce una implosión. Es una novedad para mí que personas pagan cientos de miles de dólares para arriesgar su vida en una travesía que muchos no se atreven a realizar, no tanto por la falta de recurso, sino por el riesgo que implica la misma.

Luego de mantener en vilo a gran parte de la humanidad, finalmente se ha establecido que el Titan sufrió una implosión. Se trata de un fenómeno físico en el que un artefacto se contrae violentamente a causa de la presión ejercida sobre el mismo. De acuerdo con los expertos, la implosión se produce cuando la presión externa es mayor a la presión interna. Es decir, lo externo ejerce fuerza sobre el fenómeno, el cual, al no soportar la magnitud de la fuerza, se contrae hasta desintegrarse por la presión ejercida sobre él.

Tomando en consideración que los cuerpos pueden implosionar a causa de una fuerza externa que no pueden soportar. A pesar de que son dos fenómenos totalmente distintos, es posible que la tragedia del Titan sea similar a la tragedia que invade el sistema penitenciario dominicano. Dado que, existe una presión desde lo externo que puede hacer colapsar al sistema ya sea que el mismo sufra una implosión o una explosión.

El sistema penitenciario dominicano tuvo una especie de respiro con la aprobación en el año 1984 de la Ley 224 del 26 de junio del año 1984. En ese momento histórico se tomaron en cuenta las Reglas Mínimas para el Tratamiento de Reclusos para reglamentar la forma en que deben ser tratadas las personas condenadas. Sin embargo, la norma, aunque moderna para la época, solo fue una poesía, los condenados siguieron siendo aquellas personas sin derechos que ingresan al sistema penitenciario para purgar una pena que se convierte en tragedia.

Hemos cambiado la norma de 1984 por la ley 113-21 del 23 de abril del año 2021 para supuestamente avanzar a un sistema penitenciario más humano, pero seguimos en el mismo problema o quizás peor. Es tal la presión que reciben los internos que de seguir bajando a las profundidades de ese vasto océano denominado centro de corrección y reinserción social, habrá que esperar que el mismo colapse y experimente una implosión o explosión, todo por seguir esperando respuestas idóneas que dignifique la vida de esos seres humanos que han sido condenados por haber cometido alguna infracción a la ley penal.

Contrariamente al éxito que se esperaba con la aprobación de la ley 113-21, el sistema penitenciario ha ido en detrimento de los privados de libertad cada día más. Siendo honesto la implosión o explosión del sistema, no se trata solamente por la presión que sobre él mantiene el Ministerio Público, sino, que además de la Procuraduría General de la República, el sistema de justicia penal mantiene una presión constante contra el sistema.

Así, los jueces enviando a prisión, el ministerio público solicitando dicha medida, han generado que dentro de ese submarino que denominamos cárceles se presione de manera tal, que los pasajeros (Presos) en cualquier momento sentirán que no tienen más nada que perder y por tanto se lancen en busca de superficie para no morir ahogados. 

De las tragedias ajenas se puede aprender, tomemos medidas urgentes para dignificar la vida de esos seres humanos que están guardando presión, porque de suceder un implosión o explosión no solo afectará los pasajeros, sino, que pueden también con el desastre afectarse muchos que no están montados en el submarino. 

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