Que Hamas falte la paz en el mundo de Israel.
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Hemos aprendido a volar como pájaros, a nadar como pez. Pero no hemos aprendido el sencillo arte de vivir como hermano-en paz (Martín Luther King). El ministro bautista georgiano dedicó parte de su existencia a la lucha pacífica por los derechos civiles de los afrodescendientes americanos. Uno de sus guías inspiradores fue Muhammad Gandhi, otro pacifista que lideró la lucha del pueblo indio por su liberación.
En el mundo existen pocos nombres que nos refieran a la lucha pacífica por la conquista de los derechos, por eso aquellas personas que han dedicado parte de su vida a conseguir ese noble objetivo por vía pacífica deben ser digno de admiración. Digno porque en un mundo donde la mayoría entiende que solo a través de la fuerza y la violencia se puede conquistar la libertad de los pueblos, obviando que solo nos conducen a catástrofe, quizás peor que la segunda guerra mundial.
La experiencia dejada por tantas guerras y luchas justas o injustas no han servido a la humanidad para reflexionar si vale la pena la violencia como alternativa de reclamos de derechos. No ha bastado la historia humana, cuya violencia solo nos ha forjado un mundo en constante guerras. Los grandes imperios: mongol, persa, romano, griego, etc. Solo han servido para vivir en un mundo cada día más inseguro y destruirlos entre nosotros mismos.
En ningún caso puede ser considerado justo un conflicto que tenga como objetivo la destrucción de la vida humana. El conflicto que enfrenta al Estado de Israel y el Estado Palestino es una desgracia para la humanidad. Independientemente de que existe otros conflictos bélicos deplorable como el que sucede entre Rusia y Ucrania, el conflicto palestino-israelí nos ha hecho ver que la destrucción entre humanos en los últimos tiempos no se justifica por más justo que sea el reclamo.
Sabemos que el origen del conflicto es milenario marcado por la intolerancia religiosa y étnica, pero no es necesario avanzar hacia la historia pasada para darnos cuenta que los intereses de unos cuantos personajes con decisión de poder se imponen a la inmensa cantidad de seres humanos que prefieren vivir en paz.
En un conflicto de esa naturaleza es necesario entender que no existen ganadores. Solo perdemos cuando estamos matando por el ego innecesario, solo por los intereses destructivos de personas, líderes y pueblos que solo deja como resultado la destrucción de la raza humana. Destrucción en todos los aspectos: económico, emocional y biológico.
¿Entonces, por qué es tan difícil vivir en paz? Quizás somos todos frutos de la violencia, desde la misma creación hemos traído el gen de Ego, el cual impide conceder a otros la razón aún la tenga. Los pueblos de Israel y Palestina están cegados por el ego que los lleva a la autodestrucción, sin detenerse a mirar que una solución negociada sería la mejor alternativa para todos. El futuro es incierto donde se entremezcla el ego, ideología religiosa y conflictos étnicos irrazonables.
Ese conflicto debe ser una alerta para la República Dominicana, vernos en el espejo de Israel y Palestina puede servir para no caer en la trampa del Ego, y tratar de buscar soluciones armónicas al conflicto de los pueblos haitiano y dominicano, pues hemos visto una reacción de los ciudadanos haitianos ante la apertura de los mercados binacionales con cierta arrogancia y ego, que no debemos repetir nosotros. Con razón o sin ella debemos procurar que la Paz sea el hilo conductor de cualquier solución a los conflictos de los pueblos.