Los últimos días de Hitler: ¿Se suicidó o se fue a vivir al Argentina?
|El 30 de abril de 1945, Adolf Hitler se suicidó en su búnker de Berlín. Eso dice la historia oficial. Sin embargo, para muchos, el Führer escapó de allí con vida. ¿Quién instaló esa versión y por qué?
En 1969, Albert Panka cumplió 80 años. Era un minero alemán que a esa altura llevaba varios años retirado. Un hombre hosco y reservado que en los últimos 25 años había sido detenido alrededor de trescientas veces. No era un delincuente ni tenía problemas con el alcohol. Su problema era de fisonomía. Su parecido con Hitler era tan grande que cada vez que aparecía en público, alguien lo denunciaba y era apresado e interrogado por las autoridades. Al cumplir 80 pidió públicamente que lo dejaran tranquilo y le permitieran transitar su vejez en paz. Lo que sufrió Panka no fue solo por un bigote ceñido o el pelo cayendo sobre su frente. Se debió a la vocación de una buena parte de la población a creer que Hitler se fugó del bunker, que nunca se suicidó, sino que escapó hacia algún destino lejano en el que envejeció oculto, en paz e impune.
La mayoría de los que están convencidos del escape del Führer sitúan sus serenos años finales en el sur argentino.
Es difícil saber con exactitud quién es el que pone en marcha una teoría conspirativa, quién es el primero en dar a conocer una versión verosímil pero falsa de un evento histórico. Sin embargo, en el caso de la muerte de Hitler se sabe con exactitud quién fue su iniciador: Joseph Stalin.
Los soviéticos se enteraron de la muerte de Hitler al día siguiente de su suicidio. El jefe del Estado Mayor del Ejército alemán, Hans Krebs, fue con una propuesta de paz a los soviéticos y les informó del suicidio del Führer. La reunión fracasó porque los soviéticos exigieron rendición incondicional (estaban en condiciones de hacerlo y, además, era lo acordado entre los aliados). Krebs, que siempre había sido leal a su jefe, se suicidó esa misma tarde. Y la mayor autoridad soviética en Berlín, el general Georgy Zhukov, ordenó poner la noticia de la muerte de Hitler en la primera plana del Red Star, el diario de sus tropas; quería que sus soldados conocieran lo antes posible sus logros, premiarlos con la noticia. También lo comunicó Karl Dönitz al pueblo alemán por radio. Pero tres semanas después Stalin le dijo a un enviado norteamericano que Hitler se había escapado. La información del destino se excedía en su vaguedad geográfica. Stalin dijo que estaba en España o Argentina. Mientras tanto, Zhukov en Alemania empezó a repetir la misma versión.
Se supone que la motivación de Stalin era sembrar la incertidumbre, que las demás naciones vencedoras carecieran de las certezas que él ya tenía. Pero además, si Hitler estaba vivo, existía siempre la posibilidad de un regreso. Por lo tanto, no había espacio para contemplaciones ni para medidas blandas. La sombra del Hitler fugado le permitía convencer a los demás de aplicar sanciones duras, de ser inflexibles con Alemania y con los restos del nazismo.
Los ingleses se preocuparon y enviaron a un agente del servicio secreto y al historiador Hugh Trevor-Roper a reconstruir los hechos y a obtener todos los testimonios y pruebas posibles. Trevor-Roper elaboró un informe que determinó el suicidio de Hitler que fue publicado como libro poco después (Los últimos días de Hitler) y que tuvo un gran éxito. Lo cierto es que la estrategia de Stalin fue efectiva. Sobre Alemania y los antiguos jerarcas nazis se actuó con firmeza. Pero además generó el desconcierto en las otras fuerzas vencedoras.
Con los años la versión que tomó más fuerza y que casi monopolizó las teorías conspirativas fue que Hitler logró fugarse del búnker y del asedio del Ejército Rojo y, junto a Eva Braun, llegar hasta Argentina. Argentina era el destino ideal para encontrarle residencia (real o ficticia) al Führer. Una tierra lejana, de gran extensión y más que amable receptora de nazis. Pero en este caso, Hitler no habría llegado como el resto de los criminales nazis a través de la Ruta de las Ratas sino en submarino.
¿Cómo logró escapar? No está claro. ¿Cuál fue el primer destino? Tampoco. Algunos sostienen que un helicóptero lo llevó hasta Austria, de ahí un avión lo acercó en Barcelona y luego sí pudo abordar el submarino que atravesó el Atlántico para depositarlo en la Patagonia. Otros suponen una travesía terrestre hasta España y hasta el submarino. Estas versiones no profundizan en cómo pudo atravesar media Europa en esos álgidos meses de 1945.
Sin embargo, la historia con sus datos fríos se impone y termina destruyendo versiones más entretenidas. Es cierto que dos submarinos alemanes llegaron a Argentina después de la guerra (el U-530 y U-977). Lo hicieron para no tener que entregarse a las fuerzas británicas. Pero en ninguno de ellos arribó ningún jerarca. Los que sostienen esta versión alternativa hablan de una flota de tres submarinos que desaparecieron en abril de 1945. Pero lo cierto no es que las naves se esfumaron, sino que fueron hundidas por la flota aliada: el U-1235 fue alcanzado el 15 de abril por los torpedos enemigos, el U-880 fue hundido el 16 de abril, un día después, por un destructor americano y el 22 de abril sucedió lo mismo con el U-518. Es decir, los tres submarinos no desaparecieron para oficiar de ferrys privados del Führer sino porque los destruyeron los aliados. Otro tema con el submarino y su salida desde Barcelona: en caso de haber sido así tuvo que atravesar Gibraltar y eludir la guardia inglesa, hecho que parece poco probable.
Los historiadores serios que estudiaron el nazismo coinciden en las circunstancias de la muerte de Hitler. Se basan en los testimonios de los otros habitantes del bunker, en sus expresiones de los días previos a los otros jerarcas nazis, en el testamento dictado a su secretaria, en los archivos que los rusos desclasificaron después de la caída del comunismo que demuestran que Stalin quiso sembrar la incertidumbre en sus socios, y en el estudio forense realizado por especialistas franceses de las piezas dentales de Hitler que fueron encontradas en el lugar.
Uno de los puntos flojos de los que sostienen que Hitler escapó es el estado de salud del Führer para esa época. Unánimemente los testigos hablan de un decaimiento evidente y de señales claras de un parkinson que avanzaba con celeridad. Difícil imaginar una gran sobrevida y en buenas condiciones de ese ser ya alienado, enfermo y frágil. La respuesta de la versión alternativa es que en realidad quien padecía los temblores y el mal estado no era Hitler, sino su doble. Lo extraño es que no lo haya notado ninguno de sus colaboradores más cercanos, aquellos que estuvieron dispuestos a dar la vida y a acompañarlo hasta el final, aun aquellos que mataron a sus hijos antes de suicidarse ellos como el matrimonio Goebbels.
Los que elaboran teorías conspirativas buscan percudir los estudios académicos y metodológicos. Ingresan, gracias a una narrativa ingeniosa y atractiva, en zonas en las que hacen dudar a su público, ávido por desconfiar, muchas veces con razón.
En la mayoría de las versiones esta es la línea que subyace: la supervivencia de Hitler marcaría su superioridad, la habilidad para no rendirse ante el enemigo, para seguir engañándolo, como una victoria, una especie de reivindicación postrera en la que Hitler se habría burlado de sus enemigos, de la justicia y de la muerte. Como si él pudiera reescribir la historia.