Un año de prisión preventiva: entre la tragedia y la gravedad del hecho

 

El pasado 14 de agosto de 2023 mientras conducía por la Avenida 6 de noviembre observé una gran cantidad de humo que salía del centro de la ciudad de San Cristóbal. Luego todos supimos que se trataba de una tragedia que estremeció toda la sociedad dominicana y muy especialmente la benemérita ciudad de San Cristóbal donde han muerto a causa del siniestro más de treinta personas.

Es inconmensurable el dolor que han sentido los familiares de las víctimas de la tragedia acontecida, en un municipio que ha sufrido múltiples hechos trágicos en los últimos años. Esta ciudad ubicada a unos 30 kilómetros al sur de Santo Domingo, capital de la República Dominicana, ha sufrido múltiples secuelas a causa de siniestro como la explosión de un antiguo almacenamiento de pólvora, una empresa de procesamiento de cocos y otras tragedias que ha conmovido a toda la sociedad, a los sancristobalenses y sobre todo a los familiares de las víctimas fallecidas.

Cualquier dominicano o ser humano con cierto grado de empatía con los demás, ha visto y sentido el dolor que embarga a cada una de las personas que de repente se vieron envueltas en tan lamentable suceso. La cuenta de víctimas mortales se calcula en más de 30 almas, sin tomar en cuenta aquellos que están en situación crítica en los centros de salud. Sin embargo, por más empáticos que podamos ser, jamás llegaremos a sentir lo que han sentido los afectados directamente por la tragedia.

Indiscutiblemente desde el punto de vista psicológico la etapa de duelo ante la partida de un ser querido se supera en días, semanas, meses e incluso puede durar años, dependerá del grado de apego, del carácter de la persona y otros elementos, pero temprano o tarde se supera. No obstante, existen elementos que aminoran o alargan la etapa de duelo. Pero cuando la pérdida se produce repentinamente o causada por una tragedia-el caso de San Cristóbal reúne estos dos elementos-el dolor es más difícil de sobrellevar.

La totalidad de las personas fallecidas hasta el momento, eran personas saludables y en plena actividad laboral o social. Salieron de sus hogares o estaban en él sin imaginar, ellos y sus familiares que en segundos su vida iba a cambiar de forma drástica. Al repentino suceso se une la trágica forma en que sucedieron los hechos.  

A lo anterior se une algo aún más dramático, es el hecho de que algunas víctimas no han podido ser reconocidas, ni por sus familiares, ni por las ciencias que ayudan a la identificación de cadáveres. Este elemento implica que en algunos casos los familiares están a la espera de poder recibir los restos de los fallecidos y ello prolonga en forma dramática el proceso de duelo.

Ahora bien, una vez analizada la tragedia, debemos entender que se trata de un hecho trágico que sí bien tiene relevancia penal, no se puede entender que sea de tal magnitud que amerite que todo el rigor penal del Estado se incline hacia los posibles responsables de la tragedia. Es muy difícil diferenciar la tragedia de la gravedad cuando hay tantas víctimas, pero para cualquier penalista es claro que la gravedad de un hecho debe aparejar también una pena considerable. Dado que mientras más grave es la pena, por consecuencia necesaria el hecho cometido ha tenido un tipo de dolo directo grave y, no siempre las tragedias que tiene relevancia penal, el dolo reviste de tal gravedad.

Es por ello que al ver en la prensa que el Ministerio Público ha solicitado un año de prisión preventiva en contra del propietario de Vidal Plast, la empresa donde se originó la explosión que se llevó la vida de más de 30 personas, es importante determinar cuál sería la posible pena a imponer en contra del imputado si es encontrado culpable durante el desarrollo del juicio. Debido a que la tragedia no puede ser entendida de forma automática como un hecho de gravedad penal extrema. Es importante diferenciar una tragedia de un hecho penalmente grave.

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