NEGACIONISMO A VACUNARSE CONTRA EL COVID-19

La falacia de prueba incompleta, supresión de pruebas (seleccionar lo mejor de algo, o bien seleccionar lo peor de algo, «a la medida»), es la acción de citar casos individuales o datos que parecen confirmar la verdad de una cierta posición, a la vez que se ignora una cantidad de evidencias de casos relacionados o información que puede contradecir la proposición. (“Fallacies”, Bradley Dowden.2010)

De acuerdo al autor Paul O’Shea, profesor titular en el Centro de Estudios de Asia Oriental y Sudoriental, el Negacionismo “es el rechazo a aceptar una realidad empíricamente verificable. Es en esencia un acto irracional que retiene la validación de una experiencia o evidencia histórica”. Mientras que el autor Michael Specter define el negacionismo grupal cuando “todo un segmento de la sociedad, a menudo luchando con el trauma del cambio, da la espalda a la realidad en favor de una mentira más confortable”. (How Irrational Thinking Harms the Planet and Threatens Our Lives)

Al inicio de la pandemia los negacionistas sostenían, sin pruebas, que el agente infeccioso fue creado en el laboratorio chino de Wuhan donde comenzó el brote, con la colaboración de gobiernos mundiales como China y EE. UU., producto de las empresas farmacéuticas o incluso del empresario multimillonario Bill Gates. Los supuestos motivos detrás de estas teorías van desde una guerra biológica entre potencias hasta una gran estrategia de publicidad. A tal punto de que varios presidentes y figuras connotadas del mundo, planteaban que la alarma mundial estaba injustificada. Por ejemplo: Jair Bolsonaro, presidente de Brazil, calificó la emergencia sanitaria como “histeria” o “fantasía”. El Donald Trump también llegó a sugerir que tenía evidencias de que el coronavirus fue fabricado en un laboratorio chino pese a que el director de Inteligencia Nacional de EE. UU., John Ratcliffe, declaró que el virus “no era artificial ni genéticamente modificado”. Antonio Pappalardo, exgeneral de los carabineros de Italia apareció en unas manifestantes en contra del gobierno de Giuseppe Conte, declarando que “el problema de nuestro planeta no es esta especie de estúpida gripe llamada coronavirus, utilizada por las grandes potencias para someternos. Son las radiaciones electromagnéticas, hay demasiados radares, demasiadas antenas”. Y les confieso que, por tandas declaraciones que emitieron esos líderes, muchos llegamos a dudar sobre la realidad del virus.

En abril de 2021, la Real Academia Española (RAE) aceptó el uso del término “covidiota”, término surgido en redes sociales de Internet para referirse peyorativamente a personas que niegan la existencia del virus, o también para quienes no cumplen con las normas establecidas por las autoridades locales para hacer frente a la pandemia.

El negacionismo al COVID-19 consiste en oponerse a una realidad que no les agrada, negando la cifra de fallecidos, minimizando el problema socio/laboral, inventando teorías de conspiración y por supuesto, negándose a ponerse mascarillas o a cumplir las medidas de seguridad y, por ende, negándose a recibir la vacuna”.

El movimiento de los antivacunas, negadores de los avances científicos, no es nuevo, es antiguo y consustancial a la primera vacuna. La historia nos aclara que cuando Edward Jenner produjo la primera vacuna de la viruela en 1798, extendida por América por los españoles Isabel Zendal y Francisco Javier Balmis, este hecho no fue bien acogido por la población.

Algunas obras artísticas reflejan el miedo social del momento, dibujando a la vacuna como una vaca que come niños o parodiando en un cuadro la figura de su inventor junto a vacunados con múltiples deformaciones, generalmente cabezas de vaca que les salen de sus cuerpos.

Para entender la negación actual nos serviría como apunte sociológico el nacimiento de la liga antivacunas de Leicester del siglo XIX y la viruela, donde el gobierno tuvo que poner como obligatoria la vacunación con multas económicas o de cárcel ya que los médicos de aquella localidad hicieron una gran oposición al descubrimiento y recomendaban exclusivamente el confinamiento. La resistencia fue tal que, en 1894 hubo más de 3,000 procesados por no vacunarse y más de 100,000 manifestantes contra la vacunación reconduciendo al gobierno a quitar su obligatoriedad.

En 1950, Jonas Salk descubrió la vacuna contra la poliomielitis, una enfermedad que mataba a decenas de miles de niños. Sin embargo, las primeras dosis tuvieron efectos adversos y la sociedad estadounidense la rechazó mayoritariamente hasta que el gobierno hizo un plan de divulgación exhaustivo y con figuras de autoridad que aliviasen los miedos de los padres hacia este nuevo antídoto.

Las opiniones y los mensajes falsos más comunes antivacunas COVID-19, que circulan son los siguientes:

  1. Si la vacuna es segura o necesaria: ponen en entredicho la seguridad de la vacuna o niegan la necesidad de vacunarse.
  2. Conspiraciones: creen en teorías que implican complots secretos para hacer daño a la población.
  3. Sobre el desarrollo de la vacuna: se sospechan del proceso de creación del inmunizante.
  4. Sobre poder y dinero: dan razones políticas o económicas sin fundamentos para decir que una vacuna no es fiable.
  5. Sobre Dios y ética: utilizan la desinformación como base para dar argumentos religiosos o éticos en contra de la vacuna.
  6. Sobre las libertades: dicen que las políticas de vacunación violan las libertades individuales y civiles.

Regularmente, como si fuera una regla general, los negacionistas son personas que sostienen sus creencias pese a la lógica de los argumentos en contra, protegiendo así su identidad y su percepción de la realidad.
Finalmente, respetamos la libertad de opinión y religiosa de cada persona. Ahora bien, los derechos y las libertades no son absolutos, están regulados. El contagio y rebrote del COVID-19 no es un juego, ni tema para estar con fanatismo religioso. El gobierno dominicano hizo todo el esfuerzo posible para traer las vacunas y la ha puesto a disposición de toda la nación. El que no quiera vacunarse, por la razón que entienda, allá él. Sin embargo, el estado está en la obligación de proteger a la población, por lo que, estoy de acuerdo y sugiero que el gobierno coloque militares en cada estación del metro y a la entrada de cada comercio (supermercado, banco, farmacia, etc.) e institución pública o privada y aquel que no presente su tarjeta de vacunación al día no pueda entrar. Eso no es dictadura, eso se llama orden y respeto por la vida de los demás. Por el desorden, falta de educación, irrespeto a las normas establecidas y el libertinaje de un grupo de irresponsables es que estamos retrocediendo en la lucha contra esta nefasta y cruel pandemia.

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