Nota cultural –Recordando a Martín de Porres

 

Un día como hoy, 3 de noviembre de 1639, murió, a los 59 años de edad, Martín de Porres Velázquez, en Lima, Perú. Fue un fraile peruano de la Orden de Predicadores (los dominicos). Se destacó por su carisma, humildad, servicio incondicional y gran amor al prójimo; cualidades que en vida le merecieron el título de Santo. Su fama de hombre de Dios fue tal que los enfermos terminales aclamaban a él; muchos decían: “Que venga el santo hermano Martín”.

La vida de Martín de Porres está preñada de actos y acciones muy interesantes que, solo en el marco de la fe pueden ser entendidas, tales como: 1) Se le atribuye el poder de entrar y salir del convento sin usar llaves; 2) Tenía el poder de la bilocación, estar en dos lugares al mismo tiempo; 3) poder sobre la naturaleza, podía hacer que una planta germinara antes de tiempo; 4) tenía el poder de curar enfermos; 5) entre otros actos milagrosos. Al margen de los actos de fe, Martín de Porres siempre se preocupó por los enfermos, proveía alimentos y ropas a los necesitados, ayudaba a los campesinos, socorría a los negros, mulatos y esclavos. El pueblo lo bautizó con el nombre de “Martín el bueno”. Su fama llegó tan lejos que hasta el Papa Juan XXIII sentía devoción por él, y decidió canonizarlo el 6 de mayo de 1962; acto que se hizo en presencia de alrededor de 40 mil personas procedentes de todas partes del mundo. Fue nombrado como: “El Santo Patrono de la Justicia Social”. Un dato final, San Martín de Porres es el primer santo negro de América.

Termino esta nota con un pensamiento de Blanca Cotta, cito: “Donde hay fe, hay amor. Donde hay amor, hay paz. Donde hay paz, está Dios. Donde está Dios, no falta nada”.

 

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