LA CORRUPCION ES MÁS LETAL QUE EL COVID-19
|El covid-19 nos ha enseñado que letalidad es el porcentaje de los que adquieren el virus que culmina en la morgue y, que mortalidad es la cantidad de personas que mueren a causa del virus en este caso-puede ser de cualquier otra enfermedad-respeto a la cantidad de personas de una región o país.
Los datos siempre variaran de conformidad de los sub-registro que son inevitables en este tipo de situaciones, dado que muchas personas morirán del covid-19 y nunca se sabrá si verdaderamente fue de esa enfermedad, ello por razones variadas que no vienen al caso.
Ahora bien, hemos visto que el porcentaje de letalidad del Covid-19 en República Dominicana actualmente es de un 5%, considerado el más alto en la región del Caribe, pero que todavía no se puede establecer, si cuando se haya estabilizado la pandemia ese porcentaje se mantenga, dependerá de la actuación en los próximos días de las autoridades y la responsabilidad de la población, lo que puede aumentar el porcentaje de letalidad o disminuir.
Sin embargo, mis reflexiones emigran un poco del tema del Coronavirus y me enfoco en otro VIRUS que considero más letal aún que el mismo Covid-19, dado que éste otro virus, además de ser altamente letal, también tiene un elevado porcentaje de mortalidad.
Latinoamérica pudiendo ser unas de las regiones del planeta con un grado de igualdad social y económica mejor distribuido, se mantiene como una de las regiones más desprotegidas social y económicamente a causa de la alta letalidad que tiene el VIRUS de la CORRUPCION.
Tanto es así que la desigualdad social y económica en la región es de la más acentuada del planeta, así lo expresa un artículo de Gerardo Lissardy-BBC News Mundo, Nueva York (https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-51390621) titulado “Por qué América Latina es “la región más desigual del planeta”, donde dice “El 10% más rico en América Latina concentra una porción de los ingresos mayor que en cualquier otra región (37%), indicó el informe. Y viceversa: el 40% más pobre recibe la menor parte (13%)”. Pero uno de los puntos más neurálgico de esa desigualdad es precisamente el virus de la corrupción.
La corrupción es un mal casi endémico en la región, de hecho las actos más deleznable relacionado con ese virus llegaron con la conquista-mal llamada descubrimiento- de América por parte de los Europeos, quizás desde ese momento se ha sembrado la semilla de la desigualdad y conjuntamente con ella la de la corrupción.
Pero lo más bochornoso que hemos escuchado en los últimos días, es la capacidad de letalidad que tiene la corrupción, cuando a pesar de los momentos de desasosiego que está viviendo el mundo y muy especialmente la República Dominicana por el alto índice de letalidad que ha tenido el Covid-19 en nuestro territorio-es más alto del Caribe-vemos como si fueran aves carroñeras se han lanzados los buitres “suplidores” del Estado a devorar los pocos recursos de los que dispone el País para hacer frente a una situación de desastre.
Hemos quedados estupefactos por las informaciones rendidas por la prensa, donde útiles médicos para enfrentar la crisis están siendo alterados en miles de millones de pesos por parte de esos carroñeros llamados empresas suplidoras del Estado.
Da pena ver que según las informaciones presentadas en medios de comunicación mascarillas que los gobiernos de la región han adquirido desde 2.30 hasta 4.98 dólares, el gobierno dominicano la haya adjudicado a empresas a un precio de 8.41 dólares (https://elcorreo.do/estalla-escandalo-por-compras-urgentes-a-suplidores-ligados-al-gobierno/).
De ser ciertas estas informaciones, estamos frente a un latrocinio en contra de la sociedad, pero peor que eso, es que con esta pandemia aprenderemos que la maldad del ser humano es cada día peor.
Aunque prefiero creer que el hombre es bueno por naturaleza, creo que acciones como esa, dicen todo lo contrario, el hombre es un demonio que aun en los momentos más difíciles de la humanidad prefiere pensar en acumular riquezas, para con ella comprar su inmortalidad, pero creo que sea Dios o el Diablo, tendrá que ver la cara en un momento de su vida, ahí entonces logrará entender que el dinero que le robo a los necesitados solo le sirvió para comprar su propia destrucción.