NI SIQUIERA MIRIAM GERMAN ES INCUESTIONABLE
|Según uno de los libros más sabios que se hayan escrito -la biblia- : “no hay un solo hombre justo (Romano 3:10)”. Quizás la biblia exagera, pero ciertamente buscar un hombre justo es tan difícil como encontrar el hombre honesto que Diógenes de Sinope pasó su vida tratando de encontrar por las calles de Atenas y no halló. El realismo filosófico por tanto, sostiene que debemos trabajar con las herramientas que tenemos y eso incluye entender que sólo en la filosofía religiosa se considera a Cristo como un hombre justo, hombre que fue, según la creencia, Dios hecho carne, por tanto es una necedad tratar de juzgar una persona como justa o perfecta, pues su sola condición humana le impide acceder a ese grado de lo sublime.
Pero el escepticismo filosófico en cuanto a lo justo o no del ser humano, no puede ser llevado al extremo de pretender mancillar la vida de toda una clase social, política, profesional, religiosa o de cualquier otra índole. Así basado en los parámetros de que nadie es justo, no se debe concebir que todos son iguales de corruptos en el ejercicio de sus funciones, a tal extremo que nadie está exento de la mano del hombre del “maletín”.
Precisamente eso fue lo que frustradamente intentó hacer el Procurador General de la República, Jean Alain Rodríguez, cuando cuestionó durante la evaluación de desempeño ante el Consejo Nacional de la Magistratura a la Magistrada Miriam Germán Brito. Pretendió dicho funcionario enrostrarle a la sociedad que todos tienen las mismas debilidades por usar el poder para su beneficio particular, que sería imposible encontrar a alguien con la suficiente entereza moral para cuestionar lo que hacen otros.
Nadie es incuestionable, todos inclusive el primer mandatario de la nación puede ser cuestionado sobre los asuntos públicos que maneja, también la magistrada Germán puede ser cuestionada, ahora bien el cuestionamiento a cualquier funcionario público debe ser sobre la base de la responsabilidad, objetividad y transparencia que debe reinar en un Estado Social y Democrático de Derecho. No puede bajo la ignominia de sentimientos infames cuestionarse la honorabilidad de un funcionario.
La sociedad debe luchar para que los ciudadanos le pidan cuenta a los funcionarios de sus actos, pero debemos también procurar que esas exigencias no sean fruto de sentimientos personales, sino que sea el fruto de la objetividad con la que debe actuar cada funcionario cuando va a cuestionar lo que hacen los demás. Ciertamente, el cuestionamiento debe operar en una “doble vía”, es decir, cuando un funcionario con el poder de coacción que tiene el ministerio público dominicano, decida indagar la vida de otro funcionario, el funcionario puede de forma efectiva responder las imputaciones.
Partiendo de ese escenario, fue muy desacertada la actuación de un funcionario de la categoría del Procurador General de la República, y deja un mensaje nefasto para el resto de la sociedad, además de la vileza con la que actuó sin contemplaciones a una persona indefensa y sin capacidad de reacción, más bajo aun, fue cuando tocando aspectos familiares, que en modo alguno forman parte de la evaluación, utilizó información privilegiada que gracias a los recursos del Estado logró obtener, los mismos recursos que pudo haber utilizado para obtener información relevante para una investigación seria y objetiva en beneficio de la sociedad, la utilizó para satisfacer sus apetencias personales.
Miriam Germán ha sido referente moral para muchos jueces y ciudadanos, no implica que es infalible, pero si lo que el procurador expuso en su ataque despiadado en la entrevista del consejo es todo lo que pudo obtener de ella, lo cierto es que la actitud mostrada por el “jefe de la investigación” sólo reafirma lo que la propia juez dice en su voto sobre el caso Odebrecht: “…existe una deficiencia probatoria que de no subsanarse habrá serio problema probatorio en un posible juicio”. Por tanto queda reafirmado el carácter de mujer íntegra y sin miedo, tal como lo ha demostrado desde hace muchos años, incluso en un gobierno como el de Joaquín Balaguer, en su famosa carta “De Miriam Germán a Joaquín Balaguer”, reiterando que nadie es incuestionable, pero unos son más cuestionables por su accionar mezquino que otros.