La fábula de la lengua

Si hay un órgano de los seres humanos que ha sido objeto de críticas severas por las múltiples situaciones conflictivas que ha ocasionado, y de hermosas alabanzas porque al través de ella hablan los poetas es la lengua.

En la lengua, así como en el corazón, se concentra lo bueno y lo malo del ser humano; es la herramienta de trabajo del chismoso, del mentiroso, del perverso y del lisonjero, pero también es el instrumento de trabajo del enamorado, del pastor de almas, del consejero leal y del poeta religioso que en el salmo 45 le imploró a Dios para que “su lengua se ágil como la pluma de un escritor ilustre”.

Es por ello que en el día de hoy comparto esta agradable fábula que explica gran parte de nuestras desavenencias, y porque no decirlo, de nuestras desgracias.

Cuenta una fábula que Xanthus, el maestro filósofo le ordenó a Esopo su esclavo, que comprara la mejor comida del mercado, pues quería dar una fiesta a sus amigos. Lo único que Esopo compró fue lenguas. El cocinero la sirvió con diferentes salsas. Los sirvientes trajeron plato tras plato, y todos los platos eran a base de lenguas. Xanthus se enojó, y dijo: ¿No te dije que compraras las mejores provisiones que hubieran en el mercado?

-¿Acaso no obedecí tus órdenes? – respondió Esopo. ¿Hay algo mejor que la lengua? ¿No es la lengua el vínculo de la sociedad civil, el órgano de la verdad y la razón, y el instrumento de nuestra alabanza y adoración a todos los dioses?

Entonces Xanthus lo mandó de nuevo al mercado a comprar la peor comida posible. Otra vez Esopo compró lenguas, que el cocinero preparó y sirvió de diferentes maneras. ¡Qué! ¿Otra vez lengua? –exclamó Xanthus.

–Seguro- respondió Esopo. La lengua es ciertamente la peor cosa que hay en el mundo. Es el instrumento de toda contienda y pelea; la inventora de los juicios, la causa de la división y las guerras. Es el órgano del error, la mentira, la calumnia y la blasfemia.

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