Nota cultural —Recordando a Cicerón
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Un día como hoy, 3 de enero del año 106 antes de Cristo, nació Marco Tulio Cicerón, en Arpino, Imperio Romano, actualmente esa comunidad pertenece a la provincia de Frosinone, Italia. Cicerón fue un filósofo, jurista, político y escritor romano. Además, fue un excelente orador. Junto a Lucrecio y a Séneca pasó a la historia como uno de los fundadores de la filosofía romana. Como jurista, se le considera el más influyente de su época; su retórica y oratoria sentaron precedentes en Roma, al punto que se convirtió en un referente de abogados. Como escritor, enriqueció el idioma latín, le aportó nuevos vocablos derivados del griego, que dominaba perfectamente, y lo convirtió en un idioma culto.
Cicerón, a pesar de que hace más de dos mil años que murió, parecería que es un escritor contemporáneo. En la historia de la filosofía se le considera el pionero en formular una filosofía de la esperanza y el progreso. Siempre estuvo claro de que los seres humanos poseían un don divino que unía a las personas entre sí en un ambiente de respeto mutuo. Muchos escritores lo consideran el primer humanista de la historia. De hecho, sus obras y pensamientos son de los más estudiados e influyentes de la historia universal. Para Cicerón los humanistas son aquellas personas que se preocupan por la cultura, que manifiestan curiosidad y un espíritu abierto hacia las ideas de los demás y los otros pueblos. Su humanismo, basado en la educación de las personas, sigue siendo el modelo a seguir. En el caso de la educación inicial de las personas, estuvo de acuerdo con la llamada “Paideia” de los antiguos griegos, que era el proceso ideal de la crianza de los niños y niñas, basada en valores y saberes básicos inherentes a la sociedad. Finalmente, Cicerón, en el campo de la política, dejó un gran legado que tendrá vigencia toda la vida; sus pensamientos deberían convertirse en un manual, digital e impreso, y entregárselos a todas las personas que incursionen en la política y a las que sean nombradas en cargos públicos.
Termino esta nota con un pensamiento de Cicerón, cito: “Servirse de un cargo público para enriquecimiento personal resulta no ya inmoral, sino criminal y abominable.”