Salud: un privilegio de pocos
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Un país con muchos hospitales es síntoma de enfermedad, tal como muchas leyes es síntoma de poca institucionalidad. Ambos conceptos son parte esencial de los derechos fundamentales que gozan los ciudadanos. En este punto es de suma importancia entender que el derecho que tienen los seres humanos de vivir en un orden institucional establecido, tiene relación estrecha con el derecho a vivir en salud plena y cuando la misma es afectada por algún acontecimiento del cual no se ha tenido control, el Estado garantice la efectividad para que a través de las instituciones prestadora del servicio de salud el ciudadano pueda acceder a los mismos con calidad y eficiencia.
La realidad dista mucho del deber ser. En la existencia de cada día, el ciudadano dominicano se enfrenta a los terribles obstáculos que significa enfrentar un problema de salud, sea aparentemente simple como un problema estomacal o muchos más complejo como puede ser una condición catastrófica como la diabetes o una enfermedad tan devastadora como el cáncer. Lo cierto es que los servicios de salud público funcionan en forma muy precaria-siempre habrá excepciones-y los servicios privados de salud son inaccesible para gran parte de la población, por los costes económicos que representan.
En su libro el costo de los derechos Stephen Holmes y Cass R. Sunstein analizan cuánto le cuesta al Estado garantizar los derechos fundamentales de los ciudadanos, dado que por lo general los servicios de salud pública son costeados por el Estado, ¿pero con qué dinero lo hacen? De ahí que, si partimos de que el dinero que el Estado utiliza para garantizar el derecho a la salud surge de las contribuciones, nada impide que sea un servicio eficiente y de calidad.
Lo que sucede en la realidad es que el Estado prioriza otros derechos como el transporte, por ejemplo, en detrimento del derecho a la salud, es decir, el Estado hace una inversión exigua en salud, porque políticamente es más rentable invertir en cosas a su juicio más rentables políticamente como el transporte. Lo anterior implica que para obtener un servicio de salud de calidad los ciudadanos, además de contribuir con los impuestos en el servicio de salud estatal, también deben obtener un servicio privado de salud para lograr unas condiciones de atención médica y tratamiento digno.
Sin embargo, la posibilidad de comprobar tratar servicios privados de salud es cada vez más, un privilegio de los que puede disfrutar unos pocos, mientras la mayoría debe conformarse con la utilización del precario y saturado servicio de salud público o en el caso de la clase media, arriesgarse en quedar en las ruinas al optar por adicional a sus gastos un servicio de salud privado.
Pues siendo la clase media la más organizada para que el Estado le cobre impuestos, también es la más afectada al momento de solicitar servicio de salud público, dado la gran cantidad de tiempo que puede necesitar que le impiden la productividad que necesita para mantener su precario estilo de vida de clase media.
Unido a lo anterior, el escenario aún es más desalentador si se analiza de manera objetiva lo que sucede con el servicio de seguro de salud privado, pues cuando eres un empleado de clase media obtienes un seguro de salud pagado por el empleado y el empleador. Pero sucede que debes contratar un plan complementario debido a que la mayoría es un plan básico que no alcanza los servicios esenciales.
En la cúspide de las iniquidades encontramos lo que sucede cuando aún con el plan adicional te encuentras de que por cada consulta médica debe pagar un adicional de 2 mil hasta 5 mil pesos dependiendo de la especialidad médica demandada, ello si el especialista acepta trabajar con seguros. Eso sólo en cuanto a los servicios médicos generales o especiales. La sin razón llega a lo irracional cuando se trate de alguna intervención quirúrgica o un tratamiento que conlleve ciertos tipos de medicamentos que no están en el catálogo de los que cubre el seguro médicos complementarios.
Definitivamente el artículo 61 de la Constitución de la República Dominicana es solo un bello poema, pues, la salud es un privilegio de pocos.