EL ALFA y JUAN LUIS GUERRA: DE “INFLUENCERS” Y PLATAFORMAS DIGITALES

No cabe duda que Juan Luis Guerra es una gloria musical dominicana. Admiro, respeto y me gusta su música. El Alfa es actualmente el mayor exponente dominicano del género urbano (nacional e internacional). Pero, este es un análisis cuantitativo, no así cualitativo, de tendencia sociológica, a través de las plataformas digitales musicales (PDM).

Recientemente se suscitó un debate en las redes sociales que tiene varios días de discusiones estériles por no entender las diferencias entre calidad y cantidad. Todo comenzó por una publicación en las redes sociales del influencer y productor artístico Santiago Matías (Alofoke), quien estableció que en esta nueva era digital El Alfa es más “influyente” que Juan Luis Guerra.

El mensaje fue mal interpretado en cuanto a la calidad entre un exponente u otro; y no así por la cantidad de reproduciones, descargas, visitas y seguidores en las PDM.

Fue, quizás, la palabra “influyente” la que generara alguna confusión, pero esta significa: aquella persona cuya OPINIÓN ES COMPARTIDA POR MUCHA GENTE. Si traspolamos el término “opinión” al de “música” entonces tenemos que es aquella persona cuya música es reproducida, descargada o escuchada por muchas personas. Al realizar la contabilidad en las PDM podemos ver que en algunos casos El Alfa hasta triplica a Juan Luis Guerra en cuanto a reproducciones, descargas, visitas o seguidores.

Eso se debe a que la música de hoy en día no se contabiliza por discos vendidos en tiendas físicas o sonadas radios tradicionales. En la actualidad la industria de la música genera dinero por descargas, visitas, seguidores, likes, retwits, etc., en las plataformas digitales de streaming (reproducción). Ya el uso, alquiler o compra de la música no tiene limitaciones de espacio territorial o tiempo pues ahora es digital (y por tanto, mundial). El número de reproducciones en un solo día, en una sola de estas plataformas es descomunal. Casi incalculable en todas juntas, tomando en cuenta que las más usadas “SOLO de música” son: Spotify, Apple Music, Amazon Music, SoundCloud, Deezer, Tidal y YoutubeMusic.

La palabra “influyente” es más utilizada en la actualidad por el término americano INFLUENCER: aquellas personas que destacan en las redes sociales por la gran cantidad de seguidores o impacto que generan sus publicaciones. Pero una cosa es influyente en el momento y otra es a través del tiempo. Por eso, la influencia de Juan Luis Guerra es distinta a la influencia de El Alfa, en cuanto que uno sirve más de inspiración para producciones artísticas de contenido social y de innovación en el género musical de la bachata, llevándolo de lo popular a lo sinfónico; y el otro, adherido a las exigencias de un público del momento, circunstancial proveniente de la modernidad líquida de la que nos habla el sociólogo alemán Zygmunt Bauman.

Los cambios sociales pasan frente a nuestros ojos y solo vemos los resultados sin poder darnos cuenta de nuestra participación directa o indirectamente. A algunos les duele ver que un tipo de música, un género, un exponente que vocaliza “esa música” sea más escuchado que uno de los cantautores dominicanos más reconocido y premiado a nivel mundial. Pero estos cambios: social evolutivo, musical evolutivo y el impacto de las tecnologías a través de las PDM es que crea situaciones que incluyen ver situaciones como la arenga realizada por nuestra gloria musical a su hija al señalarle que estudiaba en Berkeley mientras escuchaba a Kiko El Crazy.

Algunos de los inicios de muchos géneros musicales también fueron prohibidos, marginados, rechazados, etc. Ejemplos de estas rancias repulsas los tenemos en el Vals, en cuyos inicios se consideraba música que conllevaba un baile atrevido porque permitía el roce de los cuerpos danzantes. Lo mismo ocurrió con Tango del cual se consideraba música obscena que pervertía a la juventud. Igualmente en sus inicios el Rock fue rechazado por ser considerado como instrumento de protesta de la gente negra que ese entonces luchaba por sus derechos libertad y de igualdad en los EE.UU.

En República Dominicana, antecedentes similares ocurrió con la bachata que en sus inicios era considerada música de “cabaret” y de gente de “mala muerte”. Sobre todo porque se decía que incitaba a la bebida, al amargue, al desamor; y algunos llegaron a relacionarlo con el suicidio y hasta con la violencia intrafamiliar y el homicidio pasional por sus letras: “si no es con ella no quiero vida”, “si no es mía no es de nadie”. Hoy en día la bachata y sus exponentes son de los más premiados a nivel mundial.

El merengue tampoco fue excepción pues en sus inicios también fue considerado como una música grosera, estridente y extravagante; pero sobre todo porque provenía de los sectores más marginales del pueblo dominicano. Ni hablar del perico ripiao.

Estos cambios representan la llamada “evolución de la música”. Y seguirá pasando porque las sociedades son cíclicas por la dialéctica ya explicada por Hegel y Karl Marx.

Por eso, si vemos los orígenes de cada música no podemos hoy en día simplemente rechazar por gusto las inclinaciones de otras personas a escuchar música en detrimento del derecho a los demás a escuchar música en virtud del principio de la libre determinación.

De todas formas, se trata de arte y cualquier forma de expresión artística tiene sus gustos, exponentes y momentos (es difícil que alguien escuche un Vals mientras hace ejercicios pues generalmente se usa música que active el cuerpo). Lo que sí creo es que debemos aprovechar la algarabía que produce el tema del momento para repensar la sociedad dominicana que queremos. No la sociedad que pensamos y anhelamos en nuestras mentes como algo utópico, ideal e irreal, sino aquella en la que estemos dispuestos a aportar nuestro grano de arena para hacerla lograble, realizable, materialmente posible y con objetivos claros.

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