El Acusador ¡Acusado!


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En una biografía de Vladimir Uliánov (Lenin), escrita por Gérard Walter, éste  titula el capítulo V de la misma “El vencedor vencido” ( (Walter, 2007). En referencia a Lenin que iba preparado al congreso que realizaría el Partido Socialdemócrata Ruso, el cual estaba gestando su organización con los líderes que se encontraban fuera de Rusia. Lenin se había preparado para lograr una mayoría que entendía le sería fácil en el congreso efectuado en Londres. Refiere Walter lo siguiente: “Volvieron a ver a Mártov quien había llegado de París en compañía de su nuevo amigo, Trotski. Éste, después de pasar unos meses lejos de su patrón, había cobrado aplomo. El gran éxito que obtenían sus conferencias, siempre brillantes inspirada debió incitarlo a abandonar su condición de subalterno”.
La historia refiere que, Lenin se había convertido en un gran líder, y por consiguiente iba seguro según sus cálculos que ganaría el congreso del partido, pero no se preocupó por la estrategia de sus opositores. Así que ese mismo joven que había descollado éxito inesperado en el exilio Ruso, terminó siendo derrotado por sus adversarios, muchos de los cuales él mismo había apadrinado políticamente.  
La referencia que antecede es el preámbulo de lo que ha sucedido recientemente con la decisión adoptada por las magistradas del Segundo Tribunal Colegiado del Distrito Nacional en el caso relacionado con la muerte del abogado Yuniol Ramírez. Es claro que no se puede hacer una crítica a la sentencia, dado que la misma aún se encuentra en la fase de motivación, sin embargo, de las notas de prensa y las declaraciones emitidas por el Ministerio Público se pueden sacar algunas conclusiones que hacen pensar que los acusadores públicos deben ser los acusados.  
Un dilecto maestro lo expreso en estos términos en sus redes sociales “pero si este órgano acusador no pudo probar la asociación de malhechores y el asesinato en un proceso de esta naturaleza, se podría afirmar que la representación de la Sociedad en el Sistema de Justicia es pura mierda. Pedro Pablo Valoy”. Lo cierto es que la representación de la sociedad confió como Lenin que ante el liderazgo que tiene en el sistema de justicia penal, con solo hablar por los medios de comunicación  y establecer que la corrupción es un mal que está carcomiendo los cimientos de la sociedad, bastaba para que los tribunales penales emitieran sentencia condenatoria.
Olvidó el Ministerio Público-al igual que Lenin en la política-que en el proceso penal adversarial existen la contradicción, donde cada una de las partes, está en la obligación de presentar una teoría, que permita a los jueces lograr una convicción que supere la barrera de “más allá de una duda razonable”. Sin cuyo estándar el juez penal, debe tomar la decisión de absolver. Independientemente de que el proceso de instrumentar  por un Ministerio Público distinto al que finalmente tomó las riendas del proceso, no hay justificación alguna para que no se probara en ese proceso que existió premeditación, asechanza e incluso que se trató de un crimen alevoso de conformidad con la doctrina y la jurisprudencia.
Finalmente, el proceso penal está diseñado para que el acusador de conformidad con el principio de presunción de inocencia, pruebe que realmente los hechos sucedieron como él planteó en su acusación, pretender que el Juez Penal supla con su íntima convicción en ausencia de evidencias coherentes, precisas y concordantes las deficiencias de los elementos fácticos planteados en el cuadro acusador sería retrotraer el proceso al sistema inquisitorio. Una gran parte de la sociedad pudo ver como la víctima fue sacada de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, quien la saco y en cuales circunstancias, para luego ver el cuadro dantesco del cuerpo sin vida de ese abogado y catedrático, si el Ministerio Público no pudo probar eso, en malas manos está el pandero. El acusador debe ser acusado.


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